lunes, 15 de octubre de 2007

Juicio

“Cuando veas a un hombre bueno, imítalo. Cuando veas a un hombre malo, examina tu corazón”. Esta frase es una invitación a ser comprensivos con los demás y no enjuiciar a los de nuestro alrededor. Y creo que si comprendiéramos más y juzgáramos menos nos iría mejor en nuestras vidas.
El más vivo ejemplo de esto lo tenemos en Jesucristo el cual, por ejemplo, se puso junto a una mujer a la que iban a lapidar y dijo a la masa exaltada: "El que esté libre de pecado que tire la primera piedra". Esta frase nos propone más bien que guardemos nuestro dedo acusador y nos miremos por dentro. Pero nosotros los humanos somos expertos en hacer juicios. En nuestra vida cotidiana, en la tuya y en la mía, ¿cuántos juicios enunciamos al día? sobre ese compañero de trabajo, sobre la vecina del quinto o sobre la novia de nuestro hermano. Todos llevamos dentro un juez implacable que emite sentencias inapelables. Enjuiciar se nos da muy bien, pero comprender es más difícil y se nos da fatal. Para comprender hay que ver con los ojos del otro, ponernos en su lugar para mirar desde allí. La comprensión nos hace más tolerantes porque nos damos cuenta que nosotros mismos podríamos tener los mismos defectos que detectamos en los demás o haber cometido los mismos errores si hubiésemos vivido idénticas circunstancias. Si somos humanos, nada, absolutamente nada de lo humano nos es o nos debería ser ajeno.
Y está claro que las personas tenemos cosas positivas y negativas, pero si solamente podemos ver lo negativo de los demás tenemos un problema. Si nos fijamos más en lo positivo de los demás y dejamos a un lado lo que no nos gusta acabaremos viendo a las personas con otros ojos y nos llegarán a bendecir con cosas que antes no podíamos ver.

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